El mármol es, quizás, el material noble por excelencia. Su sola presencia evoca una elegancia clásica, un lujo atemporal que ha vestido palacios y catedrales durante siglos. La veta caprichosa, la profundidad de sus nuances y esa luminosidad fría lo convierten en una joya geológica. Sin embargo, el interiorismo contemporáneo ha rescatado esta estética del clasicismo para convertirla en pura tendencia. Hoy, el efecto mármol es tan vanguardista como atemporal. Esta fascinante dualidad ha provocado que su uso se expanda más allá de los espacios tradicionales, conquistando suelos y paredes de proyectos que buscan un equilibrio entre sofisticación y modernidad. Pero esta tendencia nos sitúa ante un dilema clave: ¿la belleza inimitable y natural de la piedra o la perfección técnica y la durabilidad del gres porcelánico?